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Yo no puedo hacerlo todo.

Artículo escrito por Agustín Pagán, Gerente de Impulso Coaching

Publicado por opoveda
martes, 09 de septiembre de 2014 a las 13:36

¿Qué sorpresa me llevaría si supiera que un porcentaje altísimo de mis empleados(70%), está buscando trabajo?

¿Qué haría si lo encontraran y me dejaran?

Cuanto menos, estoy convencido, que me sumiría:

1º.- En un estado de shock.

2º.- a) Tal vez daría rienda suelta a mis instintos más animales: Gritaría, despotricaría, no quedaría piedra sobre piedra. b) O tal vez, fingiría que no me afecta, intentando interpretar un papel cargado de la característica flema inglesa, que tanto admiro por relacionarla con el autocontrol.

3º.- Me sumiría en un estado de frustración. Y, por fin,

4º.- Reflexionaría, y

5º.- Buscaría soluciones.

Las tres primeras fases, en una modalidad u otra, con más o menos intensidad, resultan de paso obligatorio. Sin embargo, las importantes serían las que hacen referencia a la reflexión y las soluciones, y que tienen un carácter más optativo.

Muchos de sus empleados, muy a pesar de sus creencias, realmente están buscando empleo. Desean que mejoren las circunstancias para que las probabilidades de encontrar nuevos horizontes aumenten. Hoy por hoy, aguantan por la dictadura que les impone la satisfacción de sus más elementales y básicas necesidades. Si se les materializara la oportunidad, es muy posible que no le concedieran ni tan siquiera la gracia de los 15 días de preaviso.

Un estudio reciente revela que el 74% de los trabajadores busca activamente un nuevo empleo y está abierto a nuevas oportunidades laborales.

En estos tiempos, y de acuerdo a las tendencias naturales de nuestro tejido empresarial, a la hora de aplicar políticas concretas, las de control y reducción de costes son las que, bajo nuestro punto de vista, erróneamente se han impuesto entre nuestro empresariado.

Consecuencia de esas políticas, a las personas de su organización las está considerando como un coste. Los que permanecen en su nómina, realizan el trabajo que antes hacían tres. Se dice que el estrés y la angustia de muchos trabajadores, en determinadas empresas, es superior a la que padecen los parados en busca de empleo.

Por ello, desean y buscan, más o menos activamente y con mucha discreción, una oportunidad para salir corriendo.

Si reflexionáramos sobre el ¿por qué le ocurre esto a los demás?, ya que por supuesto eso en mi empresa no se produce, a qué conclusiones llegaríamos.

Los más puestos haríamos el discursito para la galería de que: Es en estos tiempos cuando hay que hacer realidad eso del estilo de liderazgo. Seguiríamos diciendo: Yo tengo muy asumido que la época de “las jefaturas” deben pasar a mejor vida y, consecuencia de ello, debemos evolucionar hacia un liderazgo ejercido desde la autoridad, que no el poder, que de mí emana por mis actitudes y aptitudes.

Continuaríamos con: Ese liderazgo fundamentado en el humanismo y acorde con los tiempos en los que la gestión de personas y de su talento es la principal baza para el éxito. Y nos quedaríamos tan panchos. La teoría la conocemos, de la praxis… ya hablaremos.

Confundimos la falta de oportunidades existente en el mercado laboral, con la fidelidad y el compromiso de nuestra gente. Nuestra gente permanece con nosotros porque no les queda más remedio, ya que saben que sus posibilidades de crecimiento y desarrollo profesional en su empresa no existen, y que las posibilidades de que en su entorno profesional las sanas relaciones (con jefes, compañeros, subordinados,…) sean las adecuadas, sería un sueño. También saben que la seguridad de su puesto de

trabajo dependerá mucho del grado de supeditación a los caprichos de sus superiores.

Esa es la dictadura que impone la ley de la oferta y la demanda.

Y, de nuevo, ¿por qué le ocurre eso a los demás?

Será culpa de la crisis que trae consigo la atonía de los mercados. Será la brutal competencia que se está sustentando en políticas de reducción de precios. Será la falta de liquidez a la que nos está llevando las prácticas de nuestro sistema financiero. Será las políticas fiscales y monetarias que están impulsando esta descerebrada clase política sin distingo de colores. Me suena a la letra de una canción… “qué será, será,…”

Y al final, lo de siempre: La responsabilidad de lo malo que nos acontece es de los demás. El mérito de lo bueno es propio.

Pero… por supuesto, eso en mi empresa y con mi equipo, no ocurre.

Y qué soluciones existen para cambiar ese tóxico estado anímico de nuestras plantillas.

No busquemos pócimas infalibles. No busquemos software inexistentes. No adjudiquemos la responsabilidad a quien no corresponde.

La solución pasa por cada uno de nosotros:

- Un estilo personal adecuado. El que tenemos no sirve, el nuevo hay que diseñarlo y ponerlo en práctica.

- Una cultura de empresa modélica. Fruto de ese estilo personal que has transferido a tu organización.

- Un liderazgo situacional basado en el permanente servicio a tus subordinados.

- Una permanente búsqueda de la motivación de todos los que componen tu organización.

- Un objetivo, permanente estado de máximo rendimiento. Solo posible en personas motivadas.

- Una constante búsqueda: el crecimiento en actitudes y aptitudes.

- Y un entorno que proporcione al trabajador la seguridad necesaria para que pueda aportar con agrado, ese plus de valor del que dispone y que el salario no comprende.

Porque con el salario compras las horas de presencia del trabajador en su puesto, compras sus conocimientos, experiencia, su fuerza física. Con el salario no compras el compromiso, la motivación, la fidelidad, la ilusión, sus ideas. Todo eso, te lo tienes que ganar.

Por ello, ante un puesto que debemos cubrir, cuál es la pregunta adecuada:

- ¿Cuánto nos va a costar? O

- ¿Cuánto nos va a hacer ganar?

Siempre y cuando yo sea y actúe, como debo ser y actuar.

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